La unidad de la frase, que en la prosa se da por el sentido o significación, en el poema se logra gracias al ritmo.
[…]
Aunque el poema no es hechizo ni conjuro, a la manera de ensalmos y sortilegios el poeta despierta las fuerzas secretas del idioma. El poeta encanta por medio del ritmo. […] El poema es un conjunto de frases, un orden verbal, fundado en el ritmo. Si se golpea un tambor a intervalos iguales, el ritmo aparecerá como tiempo dividido en porciones homogéneas. La representación gráfica de semejante abstracción podría ser la línea de rayas: - - - - - - -. La intensidad rítmica dependerá de la celeridad con que los golpes caigan sobre el parche del tambor. A intervalos más reducidos corresponderá redoblada violencia. Las variaciones dependerán también de la combinación entre golpes e intervalos. Por ejemplo: - I - - I - I - - I - I - - I - I - -. Aun reducido a ese esquema, el ritmo es algo más que medida, algo más que tiempo dividido en porciones. La sucesión de golpes y pausas revela una cierta intencionalidad, algo así como una dirección. El ritmo provoca una excitación, suscita un anhelar. Si se interrumpe, sentimos un choque. Algo se ha roto. Si continúa, esperamos algo que no acertamos a nombrar. El ritmo engendra en nosotros una disposición de ánimo que sólo podrá calmarse cuando sobrevenga “algo”. Nos coloca en actitud de espera. Sentimos que el ritmo es un ir hacia algo, aunque no sepamos qué podrá ser ese algo. Todo ritmo es sentido de algo. Así pues, el ritmo no es exclusivamente una medida vacía de contenido sino una dirección, un sentido. El ritmo no es medida, sino tiempo original. […] Calendarios y relojes son maneras de marcar nuestros pasos. Esta presentación implica una reducción o abstracción del tiempo original: el reloj presenta el tiempo y para presentarlo lo divide en porciones iguales y carentes de sentido. […] El tiempo no está fuera de nosotros ni es algo que pasa frente a nuestros ojos como las manecillas del reloj: nosotros somos el tiempo y no son los años sino nosotros los que pasamos. El tiempo posee una dirección, un sentido, porque es nosotros mismos. El ritmo realiza una operación contraria a la de los relojes y calendarios: el tiempo deja de ser medida abstracta y regresa a lo que es: algo concreto y dotado de una dirección. […] El ritmo no es medida, ni algo que está fuera de nosotros, sino que somos nosotros mismos los que nos vertemos en el ritmo y nos disparamos hacia “algo”. Así, su contenido verbal e ideológico no es separable. Aquello que dicen las palabras del poeta ya está diciéndolo el ritmo en que se apoyan esas palabras. Y más: esas palabras surgen del ritmo.
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El ritmo no es medida, es visión del mundo.
Octavio Paz, El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, tercera edición, México, 1990.
1 comentario:
Muy bonitas las citas; Paz en efecto tenía mucho de la frase efectista de aquella prosa del modernismo (vease Rodó, Ortega). Tengo que decir, sin embargo, que muchas de esas ideas y sentencias, Paz no hizo sino copiarlas de la teoría de Alfonso Reyes (1889-1959)- véase "El deslinde". Un abrazo. Muy bueno este blog
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