Unos días atrás, subimos parte de “Who Cares if You Listen?” (¿A quién le importa si escuchás?), un artículo de Milton Babbitt que todavía genera discusiones en el ámbito de la música contemporánea.
Babbitt planteaba –su artículo es de 1958– que el público le trae al compositor contemporáneo más problemas que beneficios y que sería mejor que el compositor se aislase de la audiencia para trabajar, digamos, en una especie de laboratorio.
Babbitt planteaba –su artículo es de 1958– que el público le trae al compositor contemporáneo más problemas que beneficios y que sería mejor que el compositor se aislase de la audiencia para trabajar, digamos, en una especie de laboratorio.
Habíamos prometido que publicaríamos una respuesta de Douglas D. Bell llamada “I Care if You Listen” (A mí me importa que escuches), de 1993. Aquí está, pues. Creemos que es la primera vez que se traduce al castellano.
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Hace treinta y cinco años, el compositor Milton Babbitt escribió un artículo en High Fidelity en el que describía el estado de la música que había comenzado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y que aún sigue generando problemas para los compositores. Su artículo, “Who Cares if You Listen?”, además de describir la situación moderna del compositor, trató de justificar por qué los compositores no tenían ya necesidad de un público. Antes de que termine el siglo, es preciso contestarle a Milton Babbit y pedirle a nuestro público que vuelva. Me gustaría que la generación de compositores del “Who Cares” dejara de lado esa filosofía para formar un nuevo grupo de compositores que tiendan su mano al público. ¡A MÍ ME IMPORTA QUE ESCUCHES!
Es cierto que el compositor moderno es un especialista y que está aislado del gran público. Hay que admitir culpas y entender que no se ha probado que el aislamiento del compositor con respecto a la audiencia sea una condición deseable. Desde la Segunda Guerra Mundial, los compositores se han aislado. Eso no implicó una ventaja ni fue una consecuencia forzosa de que el compositor se haya convertido en un especialista.
El compositor y el público se alejaron no porque el compositor moderno sea un revolucionario sino porque es un experimentador. En general, los experimentos que fracasan se dejan de lado. No obstante, el fracaso de los compositores se justificó alegando que el público no podía entender la grandeza de ciertas obras.
[…]
El público ya no puede confiar en los compositores. No es cuestión de escribir música popular; se trata de escribir música contemporánea que pueda sobrevivir a las críticas sin perder su valor musical. Los compositores moderno han estado proclamando que su música tiene valor. Lo cierto es que la mayor parte de la música de la última mitad de este siglo tiene poco valor y hasta se podría decir que es mediocre. El público ve la mediocridad y no va a creer que podamos entregarle buena música pues los compositores han manifestado desidia para dejar atrás las ideas que crearon este monstruo. […] Nosotros no confiaríamos en un cirujano que ha matado pacientes, con lo cual no deben sorprendernos los motivos por los cuales hemos acabado con nuestro público.
Hace treinta y cinco años, el compositor Milton Babbitt escribió un artículo en High Fidelity en el que describía el estado de la música que había comenzado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y que aún sigue generando problemas para los compositores. Su artículo, “Who Cares if You Listen?”, además de describir la situación moderna del compositor, trató de justificar por qué los compositores no tenían ya necesidad de un público. Antes de que termine el siglo, es preciso contestarle a Milton Babbit y pedirle a nuestro público que vuelva. Me gustaría que la generación de compositores del “Who Cares” dejara de lado esa filosofía para formar un nuevo grupo de compositores que tiendan su mano al público. ¡A MÍ ME IMPORTA QUE ESCUCHES!
Es cierto que el compositor moderno es un especialista y que está aislado del gran público. Hay que admitir culpas y entender que no se ha probado que el aislamiento del compositor con respecto a la audiencia sea una condición deseable. Desde la Segunda Guerra Mundial, los compositores se han aislado. Eso no implicó una ventaja ni fue una consecuencia forzosa de que el compositor se haya convertido en un especialista.
El compositor y el público se alejaron no porque el compositor moderno sea un revolucionario sino porque es un experimentador. En general, los experimentos que fracasan se dejan de lado. No obstante, el fracaso de los compositores se justificó alegando que el público no podía entender la grandeza de ciertas obras.
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El público ya no puede confiar en los compositores. No es cuestión de escribir música popular; se trata de escribir música contemporánea que pueda sobrevivir a las críticas sin perder su valor musical. Los compositores moderno han estado proclamando que su música tiene valor. Lo cierto es que la mayor parte de la música de la última mitad de este siglo tiene poco valor y hasta se podría decir que es mediocre. El público ve la mediocridad y no va a creer que podamos entregarle buena música pues los compositores han manifestado desidia para dejar atrás las ideas que crearon este monstruo. […] Nosotros no confiaríamos en un cirujano que ha matado pacientes, con lo cual no deben sorprendernos los motivos por los cuales hemos acabado con nuestro público.
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En las fotos, Milton Babbitt y Douglas D. Bell.